viernes, 5 de marzo de 2010

20 años después, recordando la firma de la paz el 9 de marzo de 1990.


EL 19 DEJA LA GUERRA Y LAS ARMAS

Por: Héctor Tico Pineda S.*


El desmovilizado M-19, desde el mismo momento de su mítica fecha fundacional (el 19 de abril de 1970), por un grupo de geniales desertores de las Farc y seguidores del movimiento del ex dictador Rojas Pinilla (ANAPO), labró su inexorable proceso de desarme. De chanfle, orgullo para quienes como el que “garrapatea” estas líneas lo integramos en un tramo de su vital periplo, conquistó el pedestal en la historia contemporánea, al decir de estudiosos de paz, como “paradigma de construcción de paz negociada” que, este 9 de marzo, cumple 20 años de pactada.


Si mi memoria sobre algunas lecturas y conversaciones con respecto al derrotero del eme no me fallan, se dice que en la V Conferencia (no existe documentación sobre las otra cuatro anteriores) se auto definió como una organización armada “nacionalista” y diferenciada “de la izquierda tradicional” (aunque 20 años después la “ideología del umbral” parece que ata al mismo saco amarillo) y, recordar para no olvidar, desde ese instante su máximo comandante Jaime Bateman Cayón, con desparpajo conceptual, no ahorro palabras para iniciar un demoledor discurso contra la izquierda y la guerrilla de entonces.


De las armas, sin tapujos, dijo que no eran un fin en sí misma sino un medio para alcanzar los objetivos de la revolución. Tampoco le tembló la voz para señalar que en el momento de dejar las armas había que dejarlas o enterrarlas. De la guerrilla se burló y predijo su irremediable descomposición y no futuro al querer hacer una guerra hablándole a los micos y a las guacamayas. Clamó, emulando a los Tupamaros (hoy en la presidencia uruguaya), por la confrontación en el alma urbana de Colombia. En síntesis, el discurso y las acciones de la eme (¿por qué nunca se reivindicó su connotación femenina?) se caracterizaron por ser una crítica a la izquierda, a la guerrilla y a la guerra por la guerra.


Aunque no preciso fechas ni mucho menos secuencias cronológicas, lo cierto es que el accionar y audacia del eme (retorno al vocablo machista) lo fueron caracterizando como un colectivo armado, heterodoxo y, vaya contradicción, “luchando por la democracia”. Cada tropel, además del enorme impacto publicitario, también traía una iniciativa política y, para no esconderlo, un reguero de muertos y de heridas. Desde el robo de la espada de Bolívar (no los machetes), pasando por la toma de la embajada de República Dominicana, el túnel de las armas del Cantón, los tropeles armados defendiendo posiciones en el lomo de las cordilleras, los secuestros con connotaciones políticas (¿la ignorancia no daba para entenderlo como atrocidad?) y el descomunal error político y militar de la toma armada del Palacio de Justicia, etc., siempre se insistíó en el asunto de la paz y del dialogo para alcanzar la misma (“sancocho nacional”).


En mi sentir, la carga de profundidad contra las armas y la guerra en la fundación del eme, sumado al descalabro político militar del Palacio en 1985 y los horrores de la descomposición de la lucha armada evidenciado en el autoaniquilamiento de la disidencia “fariana” del denominado Grupo Ricardo Franco y la distorsión (“torcida”) producida por el billete narco en la financiación de la confrontación armada, sin duda, llevaron a la conclusión de lo inservible y de la inutilidad de la lucha armada.


La firma del pacto del 9 de marzo de 1990, entre Carlos Pizarro y el Presidente Virgilio Barco, en mi sentir, no fue cosa distinta que el protocolo de una decisión ya tomada por el M-19: decir adiós a las armas y a la guerra. Fue un acto de sensatez que “espernancó” la dinámica de paz negociada aquí y en Centro América.


Hoy, al escribir esta nota con mano tricolor, el 19 me hace sentir ufano porque en la paz y en el adiós a las armas y a la guerra, además de amores, encontré la Colombia de las oportunidades, la materialización del “sancocho” en la Asamblea Nacional Constituyente y el maravilloso diseño de la arquitectura, escrita a mano plural, de la democracia con participación: la Constitución Política de 1991.


Bogotá D. C. marzo 5 de 2010

*Constituyente de 1991

Senado 19-

Compromiso Ciudadano por Colombia


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